lunes, 28 de noviembre de 2011

La mentira más grande jamás contada

He estudiado las antiguas religiones paganas que precedieron a la obsesión posterior por un único creador divino. Dichas religiones se centraban más en las fuerzas fundamentales que mueven el mundo y menos en reglas morales arbitrarias. El sol sale por la mañana y se pone por la noche. Los mares suben y bajan. La hierba crece, se marchita, muere y llegado el momento vuelve a brotar del suelo. El aire se calienta, se enfría y se vuelve a calentar. Una fuerza escondida nos mantiene pegados al suelo y tira de nosotros cuando intentamos separarnos de él.

Cada una de estas acciones estaba representada por un dios o una diosa. Cada fuerza tenía su propio rostro, reconocido como algo distinto y poderoso. Lo cual no significa que no hubiera conexiones entre estas fuerzas (un panteón de espíritus individuales). Unas manos invisibles guiaban el progreso del mundo a nuestro alrededor. Aunque con sus fallos, era un intento de categorizar, estudiar, explicar y comprender cómo funcionan las cosas.

Pero ahora se nos pide que aceptemos una explicación aún más simplificada. Es de ingenuos creer que debe haber una sola respuesta a cada pregunta y a cada misterio, que existe tan solo una única luz divina que lo gobierna todo. Nos dicen que dicha luz trae paz y amor. Pero yo digo que esta luz nos ciega, y nos obliga a andar a tientas en la ignorancia. Anhelo el día en que los hombres se aparten de monstruos invisibles y vuelvan a abrazar una visión del mundo más racional. Pero estas nuevas religiones son tan útiles, y amenazan con castigos tan terribles a quienes las rechazan, que me temo que el miedo nos mantendrá aferrados a lo que sin duda es la mentira más grande jamás contada.


Altaïr Ibn-La'Ahad